Por Janis Barrera
Ser parte de un movimiento social, como lo es el feminismo, conlleva replantearnos acciones cotidianas que a primera vista parecían no perpetuar la violencia de género, pero que en realidad sí lo hacen y de una manera impresionante, uno de estos actos es el vestir. Con esta entrada quiero darte a conocer un poco de la gran industria de la moda, así como, parte de las violaciones a los derechos laborales y humanos que se comenten dentro de ella para hacer conciencia sobre el hecho de que lo que vestimos tiene un impacto directo en la vida de las mujeres que manufacturan nuestra ropa, espero que este conocimiento lleve tanto a profesionistas del rubro como a consumidores a co crear un camino más ético para la industria textil.
Un panorama general de la producción textil, es que tanto, la materia prima como la mano de obra que la transforma para crear desde las prendas de vestir más sencillas hasta las más lujosas proviene de Asia; la razón de esto es porque las economías de esta región dependen de inversión directa extranjera, usar la palabra “depender” no es algo dicho a la ligera, verdaderamente han (erróneamente) basado sus economías en dichas inversiones, con tal de conseguirlas los gobiernos deciden “competir a la baja”, es decir, disminuir las exigencias y requisitos de operación para volverse zonas atractivas a los ojos de las grandes empresas transnacionales.
Lo que buscan dichas compañías es tener una posición ventajosa frente a sus competidores, lo cual se puede lograr adoptando estrategias de abaratamiento de gastos y flexibilización del proceso productivo; sin embargo, esos costos que la empresa está evitando, no desaparecen, más bien se desplazan y quienes los reciben son justamente las trabajadoras. Es importante hablar en femenino porque de entre las 60 millones de personas que trabajan en la industria textil el 80% son mujeres, la mayoría provienen de países que forman parte del Sur Global como Bangladesh e India; en estos lugares los procesos económicos no son neutrales al género, sino que aprovechan las situaciones de desigualdad para ejercer una mayor explotación, a esto es a lo que llamamos la feminización de la fuerza laboral.
Parte de las condiciones que implican estos trabajos son las extenuantes jornadas laborales a las que se les suman la jornada de labores domésticas, los bajos salarios basados en comisiones por metas de producción altas que llevan a las trabajadoras a restringir el tiempo que dedican al descanso, alimento e ir al baño; a estas condiciones también se le añade el hecho de que las trabajadoras están a cargo de gerentes masculinos quienes infringen en ellas actos de acoso y abuso de índole tanto verbal como sexual.
Dichas prácticas están fundadas en ideas patriarcales que catalogan a la mano de obra femenina como dócil e interseccionan con otros factores de vulnerabilidad como son la edad, religión, condiciones de migración, desigualdad de oportunidades, carencia de sindicatos y condiciones de pobreza. La consecuencia de todo esto está en la salud de las trabajadoras, a nivel físico se manifiesta en la fatiga, los desmayos y abortos involuntarios, a nivel mental está el estrés, la angustia y baja de autoestima.
Sé que estos hechos son devastadores, es muy fácil caer, por una parte, en la culpabilidad del consumidor o por otra en la idea de que es una situación lejana completamente fuera de nuestras manos, ambas perspectivas son ineficaces para emprender acciones dirigidas al cambio. Soy fiel creyente de que podemos construir una industria de la moda más ética siempre y cuando exista voluntad tanto en el lado de la producción como en el del consumo, la problemática es compleja, pero todo inicia con el conocimiento, al cual espero haber abierto una ventana con este blog, que aunque ha sido un recuento muy superficial de las causas y consecuencia de las injusticias dentro del mundo de la manufactura, si estos hechos han generado inquietud en ti, te invito a aprender más en las diversas fuentes gratuitas de confianza que puedes encontrar en internet (un buen inicio son las fuentes bibliográficas citadas en esta publicación) y eventualmente irás descubriendo que existen formas de desobedecer los hábitos de consumo tradicionales para dejar de ser cómplices de los abusos a las mujeres de la industria textil.
Basulto Castillo, A. (2008) La industria maquiladora y la mano de obra femenina. Observatorio Laboral Revista Venezolana.
Paz Antolín, M. J. (2006). El empleo femenino en la maquiladora textil en Guatemala y las transformaciones en las relaciones de género. San José (Costa Rica), Argentina: Red Anuario de Estudios Centroamericanos.
Calvo Foxley, S. (2019). La revolución de los cuerpos: moda, feminismo y diversidad. Barcelona, RIL editores.
Asian Floor Wage Alliance (2021) A stitch in time saved none.