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Una vía llamada deseo

Por Barbara Aranda

En mi familia somos 7 mujeres conmigo incluida, oscilamos entre los 65 y los 45, somos diversas e iguales, la distancia de edad es mucha con mi primera hermana. Siendo yo la nacida al final se siente la diferencia de contextos, generaciones, pensamientos e ideologías.  Mi madre siempre juega con decir que tuvo a las 7 pléyades.

Somos 3 las abiertamente enojadas con el sistema en el que vivimos. Somos 3 las que pensamos que las mujeres hemos estado explotadas, esclavizadas, y siempre en desventaja. Pero sí, logro ver que cada una tiene un pelín más de inclusión en su marginación. Para mi primera hermana la revolución había que hacerla para tener los mismos derechos en un aula o en grupo de rebeldes donde andaba, luchaban y trabajaron por prepas populares, y fue la primera que se salió de la estructura normal familiar. Iba despierta, atenta para nunca equivocarse o errar, dice que tanto caminar de esta forma, nunca pudo recuperar la confianza al pisar, se hizo esclava de su corta visión.

La Quinta encontró en el teatro mucho eco y cobijo dedicándose a las huelgas y buscando herramientas artísticas que le permitieran generar cambios. Ella, consciente de lo que quería fundar y refundar, tomó la consigna teatral de abrir los ojos, estar atenta y ver siempre el horizonte, siendo horizontal, la primera piedra la venció y queriendo dar batalla no llegó y no fundó.

Y yo, que con el movimiento del aborto tuve punta de lanza para confiar y abrir mis cuestionamientos al mundo, sin temor a sentir que lo que pienso, solté la estructura familiar. Ningún mandato social, ni descubrir ni fundar, solo errar, llevando la experiencia contada de mis hermanas y sabiendo el supuesto devenir al estar en una pandemia y resumir mi porvenir. Mi mirada extraviada estaba entre el estar y viajar, ajá, así como lo oyen, viajar cuando no se podía viajar.  

A estas alturas de los tiempos, las tres hermanas sabemos que todavía falta mucho por lograr y si bien se ha logrado bastante, no es suficiente. Porque en esta gran ola el capitalismo viene ya en nuestra sangre, con lo cual se endurece la lucha feminista. Justo aquí quiero decir que no solo es feminista, que es una lucha que los feminismos vienen pujando, encontrándose cara a cara con sus carencias. Entendamos de una vez y para siempre que lo trans no solo pertenece a una colectividad, sino que todas, todes y todos estamos atravesados, transitados por contingencias. Que cada persona tiene un matiz y que la batalla nos toca darla juntes, porque no peleamos contra lo que se piensa de nosotres, sino contra las condiciones en las que estamos todes y por supuesto que cada persona aprenderemos a proteger lo que somos en la resiliencia.

Con mis hermanas somos una posibilidad de potencia, ha sido fácil intercambiar ideas, pero ha sido áspero juntar nuestras miradas para trabajar en conjunto. Ahí, en la transición entre el pensar y el hacer está la diferencia. Esa diferencia haría el cambio.

Espero poder contar con mis hermanas en el tiempo y despojar juntas el camino labrado, imaginado, deseado, necesitado. La lucha y el trabajo serán colectivos o no serán.

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